Frecuentemente pensamos, hablamos o nos preocupamos por este tema, pero esto no significa necesariamente que reflexionamos al respecto. En esta oportunidad se trata de aproximarnos a estos términos y reconocer la importancia que tienen.
En nuestra consulta nos llegan muchos comentarios sobre personas que se sienten desconectadas de su pareja, de su familia, de su entorno en general, que aunque estén en medio de una reunión o en sus sitios de trabajo se sienten solas o separadas. También nos llegan comentarios sobre personas que se han quedado solas en casa (por la razón que sea) y que sienten ese vacío. Acá comienza a notarse la diferencia.
Nosotros somos seres únicos, somos simples, distintos de otros, incluso entre hermanos gemelos percibimos estas diferencias, somos diferentes, somos uno. Pero también somos en los demás, somos seres sociales, familiares, sexuales, políticos, etc.
A veces la vida nos permite la soledad como un momento perfecto para encontrarnos con nosotros mismos, disfrutar de nosotros, conocernos más, hacer lo que nos gusta, cantar en la ducha, escuchar la música que nos hace vibrar, leer, mirar una serie de TV, cocinar y comer lo que nos gusta, caminar desnudos por la casa, jugar, pensar, planificar, rezar, meditar, etc. Si bien mucho de lo que hemos mencionado anteriormente también podemos disfrutarlo en compañía, la convivencia con otros hace de estos momentos a solas excepcionales.
Nos llegan historias a diario de mujeres cuyos hijos se han ido de casa y que no tienen idea de qué cocinar porque durante años cocinaban lo que le gustaba a otros, no a ellas. Que dejaron de ser ellas para ser en los demás. Entonces la vida trae la soledad, no como un problema, sino como un recordatorio de que hay cosas pendientes en nuestra alma.
Es el momento de ir al parque, de disfrutar de los colores del cielo, de oir la música, de recordar, de honrar, de cerrar ciclos, de limpiar, de abrirse a nuevas experiencias, de mirarse al espejo, de reconocerse, de acariciarse, de reírse de nuestras historias, de dormir, de despertar, de crear… La soledad en este sentido positivo es un momento de renovación.
Por el contrario la desolación es cuando se está en un momento crítico. Normalmente la desolación es el aviso de que hay muchas deudas con nosotros mismos, culpas, miedos.
Que ha habido un exceso en el ser para otros, tanto así que nuestra valoración es mayor en cuanto a los demás. Nos hemos equivocado en algo y no lo hemos corregido, estamos en el sitio equivocado, porque no es el sitio que queremos; ciclos del pasado abiertos, sentimientos intensos.
La desolación en este sentido oprime, reprime y nos limita. Son muros que hemos creado a nuestro alrededor, que en principio fueron nuestras defensas y ahora son nuestra propia cárcel.
Lo primero que debemos hacer es reconocerlos, identificarlos. No se trata de culparnos, sino de perdonarnos, tampoco de victimizarnos, sino de fortalecernos.
Cuando la desolación es profunda, será importante acompañarnos de un guía, preferiblemente un psicólogo.
No es conveniente tomar atajos, como si se tratase de abrir agujeros a la fuerza en esos muros. Cuando se está en esta situación, no se trata de ganar tiempo, se trata de sanar heridas.
Vivimos momentos en el que no soportamos el dolor, que buscamos las soluciones más rápidas, pero el asunto es que el dolor es el síntoma de que algo anda mal. Con esto no queremos decir que hay que permanecer en el dolor, sino de ir a las causas.
"El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional."
Buda
El dolor es una alerta, apagarla sin ir a la causa es mantener esa causa creciendo dentro de nosotros en silencio, hasta que llega un momento en el que se hace incontrolable.
Cuando hablamos de soledad, hacemos referencia a momentos en los que estamos solos, la desolación es el sentimiento de soledad, desconexión o aislamiento.
Espero tus comentarios sobre este tema.
Namasté
Adrián García | @adriangarcia_