El horizonte en el que Eagleton hace la aproximación a Nietzsche es desde el marxismo y en reiteradas ocasiones intenta establecer vínculos entre ambas propuestas, aunque reconoce también sus diferencias.               

 

                Nietzsche hace un giro importante con respecto a los valores en la tradición del pensamiento occidental en el que la “Verdad” era el centro o el fin del conocimiento y producto de la lógica. Esta responde a necesidades del pensamiento y en este sentido Eagleton considera que deviene en una suerte de “realidad domesticada”[1].

                Las categorías morales y las valoraciones que se desprenden de este vínculo, traen consigo un aspecto de dominación y esto lo podemos comprender desde la historia, sus relatos y su interpretación desde una perspectiva dominante.

                La realidad es devenir, es cambios y Nietzsche reconoce en ella el horror y la angustia que esto supone, por esto nos hacemos de un marco, que aunque artificial, nos permite de soporte, como una suerte de consolación metafísica para poder sobre llevar esta existencia. Pero el problema se presenta cuando este marco es confundido con lo real y además este cuerpo normativo es establecido en función de reducir la capacidad de acción de los hombres en la medida en que no permite ser revisado por ser tomado como un modelo estable e invariable o permanente.

                En este sentido lo moral se convierte en coerción y auto represión. Lo mismo sucede con la ideología y este puede considerarse como un punto en común entre Nietzsche y Marx en la medida en que estos marcos reguladores ralentizan los procesos vitales. En el caso de Marx los hombres nunca comienzan desde cero, venimos con ciertos aspectos que nos determinan, como por ejemplo la cultura, la familia y otros contextos; pero este puede introducir cambios en la cultura en su hacer. La ideología lo que procura es mantener una estructura rígida, generando resistencia.

                En el caso de Nietzsche el problema está en confundir estos marcos que nos hemos creado con la realidad misma. En ambos casos la teología encaja perfectamente en el perfil.

 

[1] Eagleton, Terry. “La estética como ideología”. Edit. Trotta. Madrid. 2006. P306

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