En este trabajo trataremos el nexo que se da entre el contexto geográfico, exterior, y su influencia en el desarrollo del Espíritu, desde la Historia Universal en Hegel y las formas de entender la historia desde este punto de vista. Antes de introducirnos directamente al tema creemos conveniente resaltar algunos detalles. 

 

La filosofía sistemática de Hegel debe ser entendida desde la realidad reflexionada en términos globales y absolutos, pues para el autor lo que podemos considerar real es únicamente lo racional, pero además debemos agregar que justamente lo racional es lo universal y lo universal es abstracto, es el todo, es dialéctica, y es un todo que tiende a un fin, por lo que al tender a un fin lo absoluto no puede ser otra cosa que sujeto, que deviene una y otra vez sobre sí mismo, esto es el Espíritu. Hegel dirá que: “Lo verdadero es el Todo”[1]

Luego al ser este Espíritu devenir continuo no puede ser conocido sino en su pleno desarrollo y en este caso no del todo dado que siempre deviene, sin embargo es como cuando un hombre realiza un trabajo, pues él espera al finalizar ver el resultado de su labor, pero lo que le permite conocer ese resultado es precisamente el movimiento completo que lo ha llevado ha realizarlo.  En este sentido solo lo que no es mediado queda en la mera sensibilidad y esto es lo inmediato, pero la realidad solo puede expresarse mediante un pensamiento que comprende este devenir y no que se quede en la inmediatez, luego de esta manera será entendido el todo, lo racional, el Espíritu.

El Espíritu al que haremos referencia es el Espíritu Absoluto, en tanto que es el Espíritu que se ha venido desarrollando a sí a lo largo de la historia y que se diferencia del Espíritu Subjetivo que está relacionado con el individuo en particular, aunque forma parte sin duda del Espíritu Absoluto. En este sentido la realidad puede ser interpretada como Espíritu y se conoce por fases históricas dialécticamente relacionadas en concreto y por la totalidad de su desarrollo. En esto consiste el desarrollo de la historia universal, en el “progreso” del Espíritu Universal o Absoluto.

 Para introducirnos en el tema de la influencia del contexto geográfico en el desarrollo del Espíritu, Hegel comienza la Introducción Especial de su libro “Lecciones Sobre la Filosofía de la Historia Universal” exponiendo tres tipos de formas de entender la historia; la primera forma es la inmediata y consiste en la narración de hechos o discursos que transcurren en el tiempo en que, el sujeto que narra esta historia, se encuentra participando de ese espíritu, estos no reflexionan sino que solo muestran, presentan el pueblo y las personas, Hegel dice con respecto a esto: “Si, por ejemplo, los discursos de Perícles, el político más hondamente culto, más auténtico y noble, han sido elaborados por Tucídides, no por eso son ajenos y extraños a Perícles. En sus discursos manifiestan esos hombres las máximas de su pueblo, su propia personalidad, la conciencia de sus relaciones políticas y su índole moral y espiritual, los principios de su finalidad y de su modo de obrar.”[2]

Una segunda forma de presentar la historia es de manera reflexiva, este consiste en trascender el tiempo que es presente y habla directamente del espíritu, dividiéndose en: general: cuando se hace una sinopsis de la historia de un pueblo, que además incluye los escritos de historiadores que relatan hechos y discursos en su tiempo. Para esta división debemos tomar en cuenta que existe una separación entre el espíritu del que se compila y el espíritu al momento de compilar. Una segunda especie de historia reflexiva es la pragmática: Cuando se toma un hecho del pasado como un acontecimiento que se hace presente en el espíritu, en este sentido se puede tomar como ejemplo las reflexiones morales que son tomadas desde la historia, que a Hegel no convence mucho, pues dirá:  “Pero las abstracciones morales de los histógrafos no sirven para nada…  Todo pueblo tiene su propia situación.  Y para conocer los conceptos de lo recto,  lo justo, etc., no hace falta consultar la historia”[3].

El tercer modo de la historia reflexiva, es el crítico: Hegel la cita porque piensa que es el modo en que la historia es consultada en  la Alemania de su época, es hacer historia de la historia, es hacer juicio de narraciones históricas en busca de verdad y mérito de hechos históricos reales.  En este cado se coloca el presente en el pasado con  “ocurrencias” subjetivas en vez de datos históricos.

Y el cuarto y último modo de revisar la historia es la historia especial: Esta es la que acerca este proceso a la visión filosófica de la historia universal, “Porque su punto de vista es universal, no particular, no destacado en sentido abstracto, prescindiendo de los demás puntos de vista… El punto de vista universal de la historia universal filosófica no es de una universalidad abstracta sino concreta y absolutamente presente.  Es el espíritu, eternamente en si, y para quien no existe ningún pasado.[4]

Además el autor plantea que si el hombre se diseña en primera instancia como ser sensible, esta sensibilidad se divide en dos, una sensibilidad subjetiva y una externa, y esta última es el aspecto geográfico de su naturaleza exterior y donde lo geográfico y lo natural externo hacen influencia en el espíritu.  Ahora la manera de ser de los pueblos es una determinación espiritual pero con correspondencia en la forma de ser natural.  De esta manera Hegel explica la sentencia vulgar del “clima de una nación”, al referirse a la influencia del clima en el estadio donde se desarrolla el espíritu. Luego las zonas geográficas donde las necesidades de la naturaleza son muchas, es decir zonas extremas, quedan excluidas del espíritu libre, pues los hombres no se dedicarán a tratar de ser cultos, solo a equilibrar su sensibilidad, su naturaleza.

Entre algunas determinaciones generales que han de interesar a la historia tenemos la relación entre agua y tierra.  Para Hegel estas determinaciones influyen de manera directa en el desarrollo del espíritu.  En este sentido las tierras persas eran altiplanicies sin agua,  donde en sus grandes extensiones habitaban nómadas que son de carácter dulce y suave pero con un principio flotante y vacilante.  Estas extensiones son de naturaleza mecánica y violente, y esto produce en su  habitantes el desconocimiento de la convivencia, se forma inestable y genera agresividad e intolerancia a otros pueblos.  No hay forma de cultivar esos suelos y desarrolla en ellos un espíritu de “independencia indomable”.  También tenemos el valle, que son formados por grandes corrientes de agua, con cuelo fértil.  Los centros de culturas que acá se forman son independientes pero con límites, la agricultura, por ejemplo, depende de las estaciones del año, se debe usar instrumentos para su producción y también surgen el derecho y la propiedad. Los pueblos son separados, en este caso, por las montañas y unidos por el agua.

Y por último tenemos al litoral, que es cuando se tiene contacto o salida al mar, esto hace una vida menos determinada, permitiendo hacer relaciones comerciales con otros pueblos.  “El mar aliente al valor, invita al hombre a la conquista, a la rapiña pero también a la adquisición y la ganancia…  los que navegan quieren y pueden cosechar ganancias, pero el medio en que se valen implica inmediatamente lo contrario para lo que ha sido tomado…  Por eso es que el tráfico marítimo fomenta en el individuo la valentía, da al individuo la con ciencia de mayor libertad, de más independencia”.

Hegel explica que el Nuevo Mundo se le conoce así por ser conocido recientemente por los europeos, pero esa novedad para Hegel no es relativa sino absoluta, con respecto a sus caracteres propios físicos y políticos la divide en: América del Norte, donde describe sus cadenas montañosas y sus ríos y litoral,  y también  América del Sur conectada a ella a través del istmo de Panamá.  Describe los ríos Amazonas y Orinoco que forman grandes valles que a su juicio no están aún preparados para formar cultura, ya que son  “grandes etapas”. Para Hegel: “América se ha revelado siempre y sigue revelándose impotente en lo físico como en lo espiritual.  Los indígenas en el desembarco de los europeos, han ido pereciendo al soplo de la actividad  Europea. En los animales mismos se advierte igual inferioridad que en los hombres, la fauna tiene leones, tigres, cocodrilos, etc., pero estas fieras, aunque poseen parecido notable con las formas del viejo mundo, son, sin embargo, en todos los sentidos más pequeñas, más débiles, más impotentes… En general todo el mundo americano ha ido a la ruina, desplazado por los Europeos…  [A los indígenas]  los hemos visto andar por Europa sin espíritu y casi sin capacidad de educación.”[5]

En este sentido, Hegel reconoce en Norteamérica una prosperidad basada en el crecimiento de la población, la industria y orden político con miras a la libertad, pero nunca superior, ni siquiera igual o con tendencia similar a la de Europa. Sin embargo en las demás Repúblicas Americanas ve una sed de revolución y de pleito entre ellas mismas, separación y unión de estados, y las revoluciones de corte castrense; esto lleva a Hegel a ver direcciones diferentes en la región, distintas en el ámbito de lo político y lo religioso, por un lado en el “norte” domina el protestantismo y en el  sur el catolicismo español.

El Sur es conquistado, el norte colonizado, el sur era para ser dominado y enriquecer el reino español usando la fuerza, la habilidad y carácter para adquirir poder sobre los nativos, y esta “arrogancia” se mantuvo en los criollos, descendientes españoles directos que habitaban las tierras conquistadas, desplazándose a la América. En el Norte los colonos eran europeos industriosos dedicados a la producción agrícola produciendo una tendencia al trabajo organizado procurando una unidad política interesante, en dirección de la libertad. Existe una unidad subjetiva. Pero reconoce que el norte no puede considerarse como un estado maduro y constituido.

Hegel dirá: “Por consiguiente, América es el país del porvenir.  En tiempos futuros se mostrará su importancia histórica, acaso en la lucha entre América del Norte y América del Sur.  Es un país de nostalgia para todos los que están hastiados del museo histórico de la Vieja Europa…  América debe apartarse del suelo en que, hasta hoy, se ha desarrollado la historia universal, lo que hasta ahora acontece aquí no es más que el eco del viejo mundo y reflejo de ajena vida.    Más como país del porvenir América no nos interesa, pues el filósofo no hace profecías. En el aspecto de la historia tenemos que habérnoslas con lo que ha sido  con lo que es. En la filosofía, empero con aquello que no solo ha sido y no solo será, sino que es y es eterno: la razón y ello basta”.[6]

El viejo mundo se divide en tres partes y por su naturaleza, según Hegel, así debe ser dividido, no como respuesta a un capricho, sino por necesidad, esta división es: África, Asa y Europa.

En el caso de África las zonas de ampliación marítima está ocupada por Europa y más al sur montañas casi inhabitables, con algunos sitios fértiles pero rodeados de pantanos , para Hegel en África no hay más que casualidades y sorpresas que se suceden unas a otras, lo que hace difícil de comprender el espíritu, pues:  “El africano no ha llegado todavía a esa distinción entre él mismo como individuo y su universalidad esencial;  impidiéndoselo su unidad compacta, indiferenciada, en la que no existe el conocimiento de una ciencia absoluta, distinta y superior al yo.  Encontramos, pues, aquí al hombre en su inmediatez.”[7]   Y en ese sentido se apega a su naturaleza y más a ella que a otra cosa, dominado por la pasión, orgullo y pobreza.  Se presenta como frente a la naturaleza como opuesto, pero dominado por ella.  Ellos ven la naturaleza frente y en su espíritu no hay un orden divino o que reconozca a  Di-s, cualquier fenómeno natural entonces para ellos no obedecen a una ley fija, Providente o Eterna. Para ellos estas son fuerzas que el hombre puede dominar, esto es la hechicería, es su contenido espiritual.

Luego cada lugar tiene sus ritos y sus hechizos, y en algunos casos al no obedecer la naturaleza el hechicero delira y sacrifica a otros hombres o mujeres.  Este sentido es el hombre el ser máximo o supremo que puede distar órdenes.  “La conciencia que los negros tienen de la naturaleza no es conciencia de la objetividad de la naturaleza, ni menos conciencia de Di-s como espíritu, como algo en sí y por sí superior a la naturaleza.  Ni tampoco es en los negros el intelecto el que reduce la naturaleza a un medio… El poder del negro sobre la naturaleza es solo un poder de la imaginación, una soberanía imaginada”[8].

Y esto trae consecuencias en la convivencia entre hombres, pues si el hombre es el ápice, luego no se tiene respeto por los demás hombres, luego este se convierte en un desprecio por el hombre y se reduce a nada, pierde valor, luego se manifiesta una esclavitud, cosa que Hegel no justifica, pero la explica como falta de saber.

En el Asia surge la conciencia de ser  en sí y por sí y enlaza a los individuos unos con otros,  acá es donde el espíritu obtiene sentido universal.

En Asia las condiciones geográficas son para Hegel positivas, con llanuras y altiplanicies, con producción ganadera, industrias y agricultura, y en el Asia anterior la navegación y el comercio con el extranjero.  En las montañas habitan nómadas que se dedican a la ganadería y con una vida aparentemente tranquila, en los valles fecundos, se da la agricultura, que como vimos en Norteamérica necesita cuidados y preocupación por el futuro, además procura unidad y consigo universalidad.  Así como sentido de pertenencia, derecho de propiedad e industrialización.  En el Asia anterior, la producción y acá se desarrollaron principios políticos y religiosos.

Para terminar, Hegel en el caso de Europa cree que las diferencias terrestres no son tan dominantes como en el África o Asia.  Sin embargo la subdivide en tres partes, el sur de  Europa que comprende después de los Pirineos, la Francia, Dinamarca y Escandinavia, adheridas al espíritu luego de Cesar y la tercera parte es la ubicada al Nordeste de Europa y que tiene conexión histórica y geográfica con el Asia.

En este sentido la humanidad europea es naturalmente libre porque no se le impone alguna determinación geográfica, o principio natural dominante.  Para Hegel las diferencias en Europa, se dan es en  “las clases sociales del Estado en concreto”[9].

 

[1] Hegel. “Fenomenología del Espíritu”, Prólogo, FCE, México 1971. Pp. 16.

[2] Hegel. “Lecciones Sobre la Filosofía de la Historia Universal”, Alianza Editorial, 1997. Pp. 155.

[3] Id. Pp.158

[4] Id. Pp. 160.

[5] Id. Pp. 170

[6] Id. Pp. 177

[7] Id. Pp. 183

[8] Id. Pp. 187

[9] Id. Pp. 199.

Powered by CComment