El capitulo cinco (5) del libro Nietzsche y la filosofía, escrito por Gilles Deleuze, se titula Contra el pesimismo y contra Schopenhauer; en éste, el autor expresa que la filosofía de la voluntad posee un matiz afectivo deplorable, esto es: la esencia de la voluntad se descubre siempre con tristeza.

 

Caracas, Abril de 2005

 

Deleuze señala que,

(…) Todo ocurre como si la esencia de la voluntad nos pusiera en una situación inviable, inmantenible y engañosa. Y esto se explica fácilmente: al hacer de la voluntad una voluntad de poder en el sentido de <<deseo de dominar>> los filósofos perciben en este deseo el infinito; al hacer del poder el objeto de una representación perciben el carácter irreal de lo representado; (…)[1]

Ahora bien, el autor comenta el hecho de que pensadores como Hobbes y Hegel reconocen la voluntad de poder como en una limitación: Hobbes por ejemplo, según Deleuze, declara que la voluntad de poder está como en un sueño del que únicamente el temor a la muerte le hace salir; por otro lado, Hegel, comenta el autor, insiste sobre lo irreal de la situación del señor, dado que, éste necesita del esclavo para ser reconocido. Según Deleuze, “(…) Todos ponen la contradicción en la voluntad y la voluntad en la contradicción. (…)”[2]

(…) El poder representado no es más que apariencia; la esencia de la voluntad no se establece en lo que quiere sin que ella misma se pierda en la apariencia. De este modo los filósofos prometen a la voluntad una limitación, limitación racional o contractual, que será la única capaz de hacerla tolerable y resolver la contradicción.[3]

A partir de esto -comenta Deleuze-, Schopenhauer en el desarrollo de su pensamiento obtiene las consecuencias extremas de esta filosofía de poder, procurando no sólo la esencia de la voluntad sino, volviendo ésta la esencia de todas las cosas; “(…) La voluntad se ha convertido en la esencia en general y en sí misma. (…)”[4] Sin embargo, plantea el autor que la objetivación de Schopenhauer resulta la contradicción originaria, a saber: “(…) como esencia que quiere la apariencia en la que se refleja. (…)”[5] En otras palabras, el mundo como voluntad y como representación.

 

Desde aquí, expresa el autor, se evidencia el desarrollo de un artificio que había iniciado con Kant, dado que,

(…) al hacer la voluntad la esencia de las cosas (…), se rechaza en principio la distinción de dos mundos: el mismo mundo es a la vez sensible y suprasensible. Pero al negar esta distinción de los mundos, se sustituye únicamente la distinción entre el interior y el exterior, que se consideran como la esencia y la apariencia, es decir como se consideraban dichos dos mundos.[6]

Deleuze explica el hecho de que, al Schopenhauer concebir la voluntad como la esencia del mundo, sigue pensando el mundo como una representación. Ahora bien, aunque la concepción de voluntad schopenhaueriana se vuelva cada vez menos tolerable, ésta también confina la formula del querer-vivir: el mundo como voluntad y como representación; he aquí lo interesante de este pensamiento.

 

[1] DELEUZE, Gilles. Nietzsche y la filosofía. Traducción de Carmen Artal. Anagrama. Barcelona-España, 1986. Pág. 8.

[2] DELEUZE, Gilles. Nietzsche y la filosofía. Traducción de Carmen Artal. Anagrama. Barcelona-España, 1986. Pág. 8.

[3] DELEUZE, Gilles. Nietzsche y la filosofía. Traducción de Carmen Artal. Anagrama. Barcelona-España, 1986. Pág. 8.

 

[4] DELEUZE, Gilles. Nietzsche y la filosofía. Traducción de Carmen Artal. Anagrama. Barcelona-España, 1986. Pág. 8.

[5] DELEUZE, Gilles. Nietzsche y la filosofía. Traducción de Carmen Artal. Anagrama. Barcelona-España, 1986. Pág. 8.

[6] DELEUZE, Gilles. Nietzsche y la filosofía. Traducción de Carmen Artal. Anagrama. Barcelona-España, 1986. Pág. 8.

 

 

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