A partir de la lectura del los parágrafos 512 y 513 de Voluntad de Poder, y teniendo en consideración lo discutido en clases y las lecturas trabajadas durante el Seminario, en especial la Introducción que hace Danilo Cruz Vélez: El puesto de Nietzsche en la historia de la filosofía;  podemos decir que, al Nietzsche partir del “yo” -no del “yo” cartesiano, si no más bien de un yo que “quiere”, que “vive” y que le da valor y sentido al mundo. Este yo no es el “ego cogito” si no el sujeto de los apetitos, las pasiones, los instintos, los impulsos. A este sujeto, Nietzsche lo denomina leib, que significa intracuerpo (cuerpo vivido desde dentro) (yo fundido con el cuerpo)- está haciendo, de alguna manera, metafísica. Claro está, en un sentido opuesto al de la tradición porque el horizonte de Nietzsche no son las categorías lógicas y ontológicas, son los valores. Con esto podríamos decir, de la mano de Cruz Vélez, que Nietzsche supera la metafísica tradicional pero no acaba con la metafísica; en los parágrafos citados anteriormente -entre otros escrito- se puede apreciar tal superación, en ellos se evidencia una negación del platonismo

 

 

.Junio de 2005

Parágrafo 512:

¿Y si nuestro yo fuera el único ser a semejanza del cual creásemos o comprendiésemos todos los seres perfectamente? Surge entonces la duda de si no se producirá en esta ocasión un desenfoque de perspectiva -la aparente unidad en que nosotros resumimos todo como en la línea de un horizonte-. Esta guía que tenemos en nuestro cuerpo nos demuestra una infinita multiplicidad; metódicamente es lícito utilizar como guía los fenómenos más extraños para el estudio de los más triviales. Por último, si admitimos que todo es devenir, el conocimiento sólo es posible en virtud de la creencia en el ser.

Parágrafo 513:

Si solo existe un ser, el <<yo>>, y todos los demás seres están creados a su imagen y semejanza; si, por último, la creencia en el yo se confunde con la creencia de la lógica en el fondo, es decir, en la verdad metafísica de la razón; si, además, el ser se nos brinda como algo en constante devenir, entonces...é

Cruz Vélez señala que luego de la sublimación del mundo de la razón, lo que queda es el mundo físico, el del devenir, el mundo de Heráclito, y sobre la base de este mundo es que se construye el pensamiento de Nietzsche. Ahora bien, al Nietzsche plantearse la pregunta inicial de la filosofía, a saber: ¿Qué es lo ente en cuanto tal? Ofrece como respuesta que

(…) Lo que es en verdad es este mundo nuestro, nuestra morada natural. Este es, (…) el mundo del devenir. Cuya inestabilidad había dado origen a la teoría de los dos mundos. Este mundo es la phísis de los griegos. (…)[1]

Sin embargo, -siguiendo el autor- Nietzsche al responder no se limita a ofrecer una respuesta descriptiva del pensamiento de Heráclito, si no que da una nueva respuesta nominando el ser del mundo con diferentes nombres que, a pesar de ser diferentes, designan exactamente lo mismo.

Uno de los nombres del ser es Leben, vida. En el aforismo 582 de La voluntad de poder leemos: “El ser –para ello no tenemos otra representación que ‘vida’. ¿Cómo podría algo muerto ‘ser’?” Y en el aforismo 581: “’Ser’ como generalización del concepto ‘vida’ (respirar), ‘ser animado’, ‘querer’, ‘actuar’, ‘devenir’” (…) El ser (…) es un sinónimo de devenir; y el devenir no es el devenir de Heráclito, sino un devenir que es lo mismo que la vida, el querer y el actuar; y por su parte, la vida no es la vida orgánica de la planta y el animal, sino el ser, el cual se refiere a la totalidad de los entes.

Nietzsche identifica el ser con la vida, y la vida con el querer (la voluntad) y el actuar. Esta última identificación se basa en la esencia de la vida. (…) Nietzsche dice: “la vida es un querer crecer”. La vida (…) es actividad ofensiva y creadora, que pugna siempre por ir más allá de sí misma y por ser cada vez más vida. La vida es, por tanto, querer, voluntad; (…) es voluntad de poder. (…)

La respuesta de Nietzsche a la pregunta inicial de la filosofía es que l ser de lo ente en total, es decir, del mundo, es la voluntad de poder.[2]

Cruz Vélez desarrolla la idea de que para Nietzsche llegar a esta respuesta se centró en el sujeto, esto, porque la contestación está en el titulo que expresa la voluntad, el querer, y es lo que nos remite a un sujeto volente, a un ego volo y el mismo a un ego cogito. Sobre la base de esta idea el autor se apoya para decir finalmente que Nietzsche procuró estar más allá de la metafísica y según él había llegado a su fin; a juicio de Cruz Vélez, Nietzsche estaba ciego frente a la metafísica de la subjetividad., posiblemente porque el sujeto es para él el elemento esencial de su ser. Según el autor, Nietzsche sólo pensó la metafísica referida al plutonismo y no se dio cuenta de que la intención para explicar el ser de los objetos desde el sujeto también es metafísica.

Aquí surge una diferencia entre Nietzsche y el resto de los autores de la metafísica de la subjetividad, a saber: para Nietzsche el mundo no es nuestra representación de él, si no voluntad de poder. Ciertamente, para Nietzsche el hombre es el fundamento explicativo del mundo, pero este sujeto no es constituyente, sujeto se entiende aquí como paradigma, esto es, dejar ver, poner a la vista; está es la función del sujeto. Pero esta diferencia de sujetos supone dos ideas de ser; para la metafísica de la subjetividad que se había dado hasta Nietzsche el ser es representación; para aquél, el ser es voluntad de poder.

Cabe destacar que Nietzsche parte de la idea de que nuestro yo nos ayuda a constituir y comprender el mundo, dándole sentido y una valoración al mismo para no sucumbir ante el devenir incesante. No obstante, este yo se encuentra inmerso en el devenir constante y se ve afectado por la multiplicidad de los fenómenos. Esto sugiere que el conocimiento sólo es posible, como lo plantea Nietzsche, si fijamos una creencia en el ser; éste nos va a permitir establecer ciertos fenómenos, en cierto sentido, para así poder darles un significado valorativo; si no comprendemos mal, en este sentido es que podemos alcanzar el conocimiento.

Ahora bien, como este yo que somos nosotros también está en devenir constante, podemos decir entonces que, si todo está en movimiento y atado a un cambio continuo, podríamos cuestionarnos sobre el conocimiento: ¿cómo es éste posible si no existe una estabilidad? Partiendo del devenir, Nietzsche lucha contra las categorías lógicas tradicionales porque, a juicio de éste, dichas categorías no nos permiten alcanzar un conocimiento verdadero sobre las cosas y los fenómenos que se nos presentan, en palabras del autor: “(...) Un mundo en devenir no se podría inteligir en el sentido estricto de la palabra; solamente (...) porque la inteligencia que comprende y que conoce encuentra un mundo previamente creado (...), constituido por meras apariencias; (...) es que hay algo como conocimiento; (...)”[3]

Toda la propuesta nietzscheana sobre el devenir constante supone una angustia existencial para el yo -caer en el abismo del fondo Dionisíaco que está en el que el horizonte de la vida misma- porque no hay posibilidad alguna de obtener un conocimiento verdadero sobre las cosas, en otras palabras, todo se reduce a nada porque todo está en continuo movimiento, no hay posibilidad de que algo sea porque todo está cambiando constantemente.

Para no caer en tal angustia y no fenecer ante el devenir Nietzsche propone una superación de este nihilismo y de este abismo que le otorga un sentimiento y un sentido trágico a la vida, y es -como ya se mencionó anteriormente- la constitución del plano axiológico como fundamento para la creencia en el ser, esto, porque las cosas “no son”, pero sí valen.

Este planteamiento de los valores es para darle objetividad a la realidad, si ésta no es objetiva no puede ser conocida. Los valores figuran entonces como condiciones para la vida, este planteamiento supone la idea de que no hay una sola verdad sino perspectivas de verdad. Tal idea supone entonces la negación del platonismo, la superación de la metafísica y con esto, una nueva manera de otorgarle significado y sentido a las cosas para no caer ante el abismo del devenir y no creer en el ser como un más allá sino como una mera ficción que posibilita el conocimiento y la vida.

Además de lo planteado por Cruz Vélez, también podemos decir que, con estos nombres que Nietzsche les da al “ser” lo que pretende es rescatar los espacios de la phísis y no aislarlos en un plano ontológico; sin embargo, no logró librarse de las trampas lingüísticas de su tiempo.

Nietzsche supera el nihilismo con una concepción ontológica que es el aquí y el ahora. Construye una ontología de la voluntad de poder, a saber: lo que es, no es lo que es, si no lo que queremos que sea. El horizonte es el valor como condición para afirmar la vida; en el libro de las tres transformaciones cuando se habla de la transvaloración de todos los valores lo que significa es que hay una nueva valoración y esto implica una negación del platonismo yendo más allá de él.

 

é Parágrafos tomados de: NIETZSCHE, Friedrich. Voluntad de Poder. Editorial Edaf. España.

Pág. 354 - 355.

[1] LEFEBVRE, Henri. Nietzsche. Traducción de Ángeles de Gaos. Introducción de

Danilo Cruz Vélez. F. C. E. – México, 1993.Pág. 43.

[2] LEFEBVRE, Henri. Nietzsche. Traducción de Ángeles de Gaos. Introducción de

Danilo Cruz Vélez. F. C. E. – México, 1993.Pág. 43 – 44.

[3] NIETZSCHE, Friedrich. Voluntad de Poder. Editorial Edaf. España. Pág. 355. parágrafo 514.

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