La realidad, más allá de lo que está fuera de nosotros, puede considerarse como aquello que es construido por el hombre a partir de lo experimentado. La belleza, en un principio, no nace como representación de lo cultural, sino más bien como proporción y simetría. Es decir, no en relación a valores puntuales (heroicidad, etc). Esto muestra que los antiguos tenían consciencia de estas proporciones y simetrías y la usaban de manera intencional.

 

Lo Humano como lo Ideal

En estas abstracciones radica la noción antigua de armonía. Se da de manera progresiva un refinamiento “de la sensibilidad humana en relación con las dimensiones físicas.”[1] En todo caso, el camino a la reflexión por los temas de la naturaleza, comenzó a partir de esta expresión, del arte mismo.

Así pues, el arte es la primera expresión sobre la reflexión del mundo y que abre las puertas a un intento de dar cuenta de esa realidad que nos rodea, pero además sucede lo mismo por el hombre. En la medida en que se van perfeccionando las proporciones, líneas, siluetas del hombre, también se va dando un giro hacia el pensamiento sobre el hombre desde lo cultural, social, político y espiritual.

                Un primer momento se manifiesta una “empatía vital”, a partir de la observación y de la imitación (mimesis) se van desarrollando las formas, que luego se hacen conciente en una abstracción. En el ámbito filosófico, este segundo momento da paso a la noción de “sustancia” o al “mundo de las esencias”. Es pues, la manifestación de lo que el autor llama “naturismo griego”[2]

 

 

[1] Read, H. “Imagen e idea: La función del arte en el desarrollo de la conciencia humana”. Edit. FCE, México D.F. 1957. P 110.

[2] Read, H. “Imagen e idea: La función del arte en el desarrollo de la conciencia humana”. Edit. FCE, México D.F. 1957. P 124.

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