El autor en su primer capítulo hace una amplia descripción del cuadro “Las Meninas” de Velázquez, revisando punto a punto y en detalle, las características desde la iluminación y distribución de los elementos, hasta las expresiones y acciones de cada personaje incluido en la creación del pintor español.

 

Foucault: Las palabras y las cosas[1].

En el prefacio el autor declara que su reflexión será una revisión arqueológica que permite concluir desde lo epistemológico algunos aspectos de la cultura occidental, esto desde la expresión de lo humano, sus representaciones y el paso al lenguaje.

Desde las antiguas formas de organización humana, la comunicación es fundamental. Antes ya hemos hecho un análisis comparativo entre el progreso del conocimiento humano y el perfeccionamiento de las formas y técnicas en el arte, tomado desde Read. En esta oportunidad lo haremos desde Foucault.

La clave de la comunicación, es la representación. Por lo menos así lo tomamos desde el primer y último capítulo que toma en cuenta algunos aspectos de la comunicación y el lenguaje en la antigüedad, y siglos XVI y XVII.

Según el autor en este “representar” encontramos en un principio la imitación y la influencia de la naturaleza y sus fenómenos, cambios, formas y colores en la una suerte de mimesis. Pero no solo como una mera “imitación” sino en relación con lo simbólico. Así mismo se encuentra lo antológico en esas representaciones que generan una suerte de efecto espejo o anillos que se entrelazan en la construcción de un mundo de significados. Lo relacionado al saber participa de esta dimensión, desde lo mitico-religioso, hasta la elaboración de formas geométricas y estructuras entre otros.

La analogía como un tercer componente supone lo primero (convenientia) y lo segundo (simulación).  Foucault hace referencia a la vieja analogía que semeja a un árbol (vegetal) y un animal[2], en la medida en que la raíz representa la cabeza. Y por último tenemos la simpatía que vincula lo simbólico con lo emocional y la afinidad o vínculos en un sistema de remisiones.

Sea pictórico o lingüístico, el signo es un factor común y esencial. Designante y designado. Particularmente en la alta edad media, el tema de los universales y el lenguaje tomado desde su función descriptiva, es un punto de reflexión del autor. Podemos recordar que Wittgenstein utiliza un pasaje de S. Agustín para iniciar sus “investigaciones Filosóficas”[3] y dar cuenta de las diversas funciones que tiene el lenguaje.

En este contexto tenemos que la función principal del lenguaje es señalar, describir y nombrar. Pero también debe tenerse en cuenta el hecho de que esto implica la convención y la transmisión de contenidos codificados.

 

[1] Foucault, M. “Las palabras y las cosas”. Edit. Siglo XXI, Buenos Aires, Argentina. 1968.

[2] Foucault, M. “Las palabras y las cosas”. Edit. Siglo XXI, Buenos Aires, Argentina. 1968 P30

[3] Wittgenstein, L. “Investigaciones Filosóficas” Edic. Digital. : “Agustin en las Confesiones (1.8): “Cum ipsi (majores nomines) appellabant rem aliquam, et cum secundum eam vocem corpus ad aliquid movebant, videbam, et tenebam velle ex motu corporis aperiebatur: tamquam verbis naturalibus ómnium gentium, quae affectionem animi in petendis, habendis, rejiciendis, fugiendisve rebus. Ita verba in variis sententiis locis suis posita, et crebro audita, quarum rerum signa essent, paulatim colligebam, ,easque jam volúntales, edomito in eis signis ore, per haec enintiabam”.

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