Encontramos en el arte antiguo no solamente una expresión humana, sino una reflexión por el mundo que nos rodea, al principio más relacionado al ámbito de la naturaleza y su imitación, pero luego al hombre, su existencia y estructura social. Sus trazos se van “perfeccionando” en la medida en que la sociedad iba adquiriendo una estructura cada vez más complejo. De una u otra forma estas expresiones iban de la mano con la reflexión por la naturaleza y el hombre.

 

Imagen e Idea[1] – Capitulo 1

Esto no quiere decir que el arte intenta abarcar la totalidad de la naturaleza o de sus representaciones, sino que más bien es un esfuerzo que se centra en las experiencias de lo humano[2]. En el texto, la referencia al arte, se relaciona con el crear pero no en un sentido meramente utilitario, sino que lo tomamos desde la creación de significados y de sentido a partir de la experiencia sensible.

Esto también es compatible con el horizonte de lo mítico, religioso y de sus expresiones, que además comparten algunas características en todos los tiempos y en todas las culturas, como por ejemplo lo son: el rito, el rezo, el sacrificio, lo simbólico, etc. Antes en otros ensayos hemos dicho que quizá cuando buscamos lo característicamente humano, encontramos en este horizonte, lo más humano del hombre. Pero no tanto como lo religioso en sí mismo, sino en la creación del significado, del sentido de la vida, de la muerte y de la angustia existencial.

El arte acá no es tomado como mercancía o imitación (o cualquier otra valoración que se pueda hacer desde las categorías de la modernidad o nuestros días), sino más bien como creación de significados, del mundo y del ámbito social. Aporta una visión o perspectiva de lo natural, de la relación que hay entre lo humano y ese mundo en constante interpelación. Pero aunque es una aproximación cronológica ubicada en un momento “primitivo”, esta reflexión no pierde vigencia incluso en nuestros días. Pues el arte como creación, no es un asunto que se agota en los testimonios expuestos en los murales de las antiguas cavernas, sino que se manifiesta en todos los tiempos.

Cuando nos acercamos a una obra del renacimiento que emula el estilo clásico, como por ejemplo “El David” de Miguel Ángel, la experiencia trasciende lo que ella expresa de lo clásico, su forma delineada, sus detalles y la expresión de su rostro, también nos brinda información de su autor y de su tiempo; pero además la experiencia nos sitúa en el presente y en ella podemos ver nuestro propio reflejo, de nuestro tiempo. Así pues la obra no es un mero testimonio histórico, tampoco queda en ella toda la carga en la transmisión de información.

El autor hace una aproximación intentando guardar las distancias con el mayor respeto posible a los contextos. Esto es sin duda una tarea difícil, sobretodo porque tenemos muchas dudas respecto a cada momento histórico. Sin embargo soportará su reflexión en el ámbito de la psicología. Así como un niño expresa lo que “sabe” del mundo, sin hacer uso de una destreza en la imitación y de la técnica, podemos encontrar algunas similitudes en las creaciones prehistóricas. Es una forma de comprender el mundo y de crearlo, he aquí el valor, como hemos expuesto antes. No se trata solamente de una mera proyección, sino que además es una construcción de significados.

 

[1] Read, Herbert. “Imagen e Idea”, Fondo de Cultura Económica, México.

  1. Capitulo I: Imagen Vital.

[2] VRF

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